Ser empresario en España siempre ha estado mal visto, lo que es fruto de diversos factores entre los que podemos citar la secular ignorancia en la que se ha mantenido a los españoles, la carga moral-religiosa contraria a ciertos valores mercantilistas, y a los modelos empresariales de 'éxito': tanto personas como empresas, generalmente elevados a la categoría de mito por los medios y las instituciones y que han demostrado con el tiempo ser auténticos bluf.
Por eso, que ahora comience a hablarse de emprendimiento, y a promoverse éste, debiera ser motivo de orgullo y satisfacción. El problema es que se está haciendo mal: no se fomenta el emprender porque haya detrás una firme convicción de que una sociedad como la nuestra debe ser emprendedora. Se empuja a emprender porque al Estado le interesa recaudar y liberarse de desempleados. El estado es el principal enemigo del emprendedor: fuerza a emprender simulando favorecer las condiciones, formación.... cuando hace justamente lo contrario.
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