En determinadas sociedades, como la estadounidense, un fracaso empresarial no es un lastre de por vida, algo que merme la moral de quien lo ha sufrido y lo determine para todo aquello que pretenda hacer en el futuro. Hay una manera de entender el fracaso como algo que acerca poco a poco al éxito, que proporciona una práctica forma de saber que hay que aprovechar.
Desgraciadamente, en otros lugares del mundo el miedo al fracaso es paralizante. El temor a invertir en algo que no funciona o al “qué dirán” hace que muchas personas se sientan desesperadas e inútiles. Es necesario liberarse de prejuicios y aventurarse. Más vale arrepentirse de aquel proyecto que se emprendió y salió mal que de no haberlo intentado.
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